domingo, 21 de febrero de 2010

Para David Pablo, estas son sus cuatro palabras:

Pies - pelota de ping pong - aliento – taxi

Son las siete de la mañana. Es curioso el poder que tiene una cama en relación con el tiempo, lo pronto y lo tarde que puede ser una hora dependiendo de ella, si en algo tengo fe es en que las máquinas del tiempo del futuro vendrán todas con almohada. En este caso es tarde, demasiado tarde para un martes cualquiera.
Llevo cuarenta minutos caminando por la calle, en esta maldita ciudad es imposible encontrar un taxi cuando lo necesitas. He perdido el móvil o me lo han robado, el caso es que no tengo forma de llamar a una emisora, si no me hubiese bebido los últimos diez euros ahora podría acercarme a una cabina y llamar… y llamarle a él.
Carlos hace dos meses que murió. Todavía no he dado de baja su móvil y cada vez que el dolor me vence le llamo para escuchar su voz en el contestador, a veces incluso le dejo algún mensaje, casi siempre borracha como ahora. Llevábamos suficiente como para aparecer como pareja en nuestros respectivos perfiles de Facebook, pero lo justo como para no haber cagado el uno delante del otro. Sólo le fui infiel una vez, con Mario, un chico alto y desaliñado con esa pose de yo no me arreglo pero se perfectamente que estos tejanos le van genial a esta camiseta de The Cure y que al final resultó ser un enfermo al que le gustaba meterse pelotas de ping pong por el culo mientras me lo follaba. Jamás le conté nada a Carlos y jamás volví a ver a Mario.
Carlos me quería y yo le quería a él, no de esa forma que se quiere en las películas ni en las canciones, nos queríamos en singular. Nunca fuimos nosotros ni nos prometimos una vida juntos, pero él me quitaba los miedos y yo le contagiaba las ganas. Nos sabíamos nuestros secretos, le dejaba tocarme los pies y veíamos series juntos. Yo no necesitaba nada más y él no echaba nada de menos. No te paras a pensar como sería tu vida si la persona que tienes a tu lado no volviera a estarlo jamás, si tus rutinas se convirtieran en pasado de la noche a la mañana. En el colegio deberían enseñarnos a saber perder y ganar porque no estamos preparados para entender que la razón no tiene explicaciones que darle al sentimiento cuando se rompe.
Empieza a llover. Estoy cerca de mi casa pero no voy a correr. La lluvia empapa mi ropa y el pelo se me pega a la cara, si no fuera por este aliento a ruso estepario diría que estoy siendo protagonista de una película de Isabel Coixet. Grito. Grito tanto que me duele el corazón, grito de rabia, de impotencia, le grito a él por haberse ido y haberme dejado aquí. Le grito al silencio que me rodea, a la soledad que me come los rincones y a la puta necesidad de sentirle a mi lado, de oler su piel, de volver a despertarme junto a él. Jamás volveré a matar a nadie.

2 comentarios:

  1. tó locaaa!

    m'encantes floreta!! Mua!!

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  2. Me has dejado loca con el final jaja..
    Qué profundo!!
    A.M.M

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