martes, 2 de marzo de 2010

Para Santi, estas son sus cuatro palabras:


Tiritar, guante, pezones, mentira

Me gustan los números pares. Dos de cada seis veces que sueño, recuerdo lo que he soñado, miro mi correo cuatro veces al día y tardo en lavarme las manos veintiocho segundos exactos. El par siempre me ha acompañado. Nací el día cuatro del cuarto mes y toda mi vida he vivido en un octavo. Al principio no le daba importancia, luego me di cuenta que era una enfermedad, tengo imparifobia. Es una enfermedad muy atípica que, pese a lo gracioso de la gravedad, sólo sufrimos dos personas en el mundo.
Cuando descubrí lo que me pasaba, tenía catorce años. Siempre había sabido de mi debilidad por los pares pero jamás pensé que le ocurriese a nadie más. Era mi secreto. Empecé a leer sobre numerología e incluso me puse en contacto con un psicólogo por miedo a tener alguna especie de esquizofrenia. Estudió mi caso durante años, pero jamás encontró una explicación o una posible cura. Los síntomas eran claros, cada vez que un impar tenía contacto conmigo empezaba a tiritar y a tener sudores fríos. Si no lo solucionaba rápido me entraban náuseas e incluso alguna vez llegué a sufrir un ataque epiléptico. Decidí publicar mi caso en internet para ver si alguien me podía ayudar y fue entonces cuando conocí a Carolina.
Carolina es el caso dos, aunque siempre discutimos por quien de los dos es el segundo, evidentemente nunca hemos llevado bien eso de ganar. Ella tiene ocho pares de zapatos, le encantan los petit suisse y los documentales de animales que dan en la dos o en la cuatro. Al poco tiempo de publicar mi caso se puso en contacto conmigo, la casualidad quiso que viviera en mi misma ciudad, a dieciséis calles de mi casa. Nos enamoramos, nunca he sabido si condicionados por nuestra enfermedad, o el uno del otro, pero la cuestión es que hace más de diez años que vivimos juntos y nos hemos acostumbrado a nuestras rutinas haciendo más llevadero nuestro problema.
Cada mañana nos levantamos juntos, siempre en hora par, desayunamos y nos vamos a trabajar, no sin antes darnos cuatro besos y decirnos adiós dos veces. Yo trabajo en el Corte Inglés, en la planta de caballero sección de guantes. Allí nadie conoce mi problema, soy feliz vendiendo pares. Carolina en cambio trabaja de publicista, ¿os suena la oferta 2x1? Idea suya.
En casa todo funciona según un orden. En las comidas y en las cenas nunca hay primeros, en el lavabo siempre tenemos seis toallas y en el sofá tenemos ocho cojines para las cuatro plazas. Cuando hacemos el amor no podemos permitirnos el lujo de dejarnos llevar, todo está previamente hablado. Le pellizco los dos pezones, mientras ella me muerde las dos orejas, eso sí, siempre hacemos el amor dos veces seguidas y aprovechamos para cambiar el orden de las acciones y no caer en la monotonía. Los dos somos ateos, no es que no nos guste la religión, es que no podemos creer en un solo Dios.
Casi nadie sabe lo que nos pasa, estamos acostumbrados a la mentira como terapia para intentar hacer más fácil nuestra situación. Si alguien nos pregunta nuestra edad en año impar, mentimos; si alguien nos pide la hora por la calle en hora impar, pues ponemos acento canario y mentimos; incluso nos mentimos entre nosotros para poder seguir siendo felices y es que al fin y al cabo Carolina ha sido mi cura y yo he sido la suya. Quizás en el fondo, el miedo a lo impar no sea más que una excusa para no estar solos y lo que en realidad nos asuste sea vivir rodeado de pares siendo un impar.



(texto ilustrado por Chencho)

5 comentarios:

  1. Taxi/cubito/sueño (onírico, no de "tengo sueño")
    bocadillo

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  2. Hola Mariluz!

    Si lees esto me gustaría poder acceder a tu blog ya que veo en la firma que tienes uno, o como mínimo saber quien eres. Gracias!

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  3. M'agraden els teus relats, i la manera de lligar-los amb les quatre paraules que et proposen, ben aviat en tindràs quatre de meves...

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